Quieta, me encuentro de pie en mitad de la nada observando la niebla que no me parecía tan densa horas antes. La veo descender sin tregua, amenazante, internándose por los minúsculos huecos que mi abrigo deja sin proteccion. Cierro los ojos y olisqueo la calle a mí alrededor, huele a humedad, a limpio, a aire nuevo. Dejo que mi mano se entretenga en tocar el vacio que me envuelve. El tacto humedo de una pequeña gota me saca del trance en el que me encuentro, haciéndome recordar donde estoy y el por que de mí estado.
Primero fue la llamada inesperada, después esa voz seductora arañando mi corazón, la lógica desgarrándome y la necesidad de una verdad.
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